miércoles, 17 de septiembre de 2014

"Héroes para siempre"



 Solo unos pocos valientes habían logrado su objetivo. Habían sido los elegidos para salvar al pueblo. Y lo consiguieron después de mucho pensar, de hacer muchos planes estudiados al detalle para no cometer ni el más mínimo fallo y después de enfrentarse al mayor problema; superar sus propios miedos. Miedo al fracaso, porque supondría el fin para su amado pueblo y a ellos les costaría con seguridad…la vida.

 Habían puesto en ellos las únicas esperanzas que les quedaban. El invierno estaba cerca y las últimas batallas contra sus enemigos les habían dejado con las reservas de alimentos bajo mínimos. Con lo que tenían, era imposible que sobrevivieran todos al frío.
Sabían que siempre había una embarcación en las orillas de las aguas que les separaban de la tierra hostil. Nunca las habían cruzado, por miedo. Pero ahora no tenían otra solución que atravesarlas, llegar a campamento enemigo, robar todos los sacos de provisiones que pudieran y volver sin ser descubiertos. Si, realmente la teoría de la operación sonaba demasiado fácil.

 Así lo hicieron. Con las primeras luces del alba, cuando todos aún dormían, zarparon a bordo de la frágil nave. Habían hecho una especie de remos con el poco material del que disponían y llegar a su destino les costaría mas tiempo y trabajo de lo que habían imaginado. La vuelta, se supone que con el barco cargado, se antojaba complicada. Pero ya no había marcha atrás y siguieron remando hasta que arribaron en el embarcadero enemigo.

 Encontraron sin problemas su almacén y se deshicieron de los guardias que había en la puerta. Había pocos, confiados como estaban de su superioridad, no preveían ataque alguno. Cada uno cargó con tantos sacos como pudo y huyeron a toda prisa hacia el bote salvador. Apenas estaban embarcando cuando se dieron cuenta de que les habían descubierto y que iban tras ellos.
 Una horda de temibles soldados les perseguía. Remaban con toda la fuerza que podían mientras observaron, entre sorprendidos y aterrados, algo con lo que no contaban. Ellos también tenían una nave similar a la suya y estaban plenamente decididos a darles caza.

 Los enemigos les superaban en número con mucha diferencia, pero como solo tenían un barco, eso compensaba un poco el peso de las dos naves. Sin embargo, tenían mejores remos y también armas, que parecían ser una especie de hondas con las que les lanzaban proyectiles. Aunque aún mantenían cierta distancia, muchos de esos lanzamientos lograban alcanzarles. Algunos de los valientes elegidos caían heridos, pero su orgullo y el pensamiento de su pueblo en la mente, les hacían seguir remando hasta que las fuerzas les abandonaran.

 La situación era grave pero pronto pasaría a ser desesperada. No sabían con qué les estaban atacando, pero si que era algo duro como las piedras y que no solo los estaba diezmando, si no que también estaba abriendo vías de agua en su débil embarcación.

 No estaban lejos del ansiado objetivo, ya que podían avistar la orilla de su tierra con los suyos esperándoles. Estaban todos los soldados disponibles allí, bien armados y dispuestos a escoltar el desembarco. Pero todavía quedaba una distancia considerable y aquello iba a ser muy duro. La embarcación hacía agua por todas partes y cada vez se desplazaba más lentamente. Ellos hacían lo imposible por mantenerla a flote, achicando agua y tapando agujeros de todas las maneras imaginables, y mientras, tratar de seguir avanzando. Sus miradas se cruzaban con angustia y expresaban claramente lo que pensaban. Era inútil resistir, no lo conseguirían. Su barco no tenía salvación y el hundimiento era solo una cuestión de tiempo. De poco tiempo…

 El enemigo estaba cada vez mas cerca y los ataques que les lanzaban, eran cada vez más certeros. Algunos gritaban que aquello era el fin, pero aún tenían una posibilidad… El sol de la mañana ya lucía plenamente y a esas horas, la criatura humana iba allí muchas veces para poner, quitar o mover a su antojo aquellos barcos. Solo podían esperar que… ¡si! Ahí estaba. Se acercaba hacia ellos rápidamente. Solo podían rezar para que escogiera el barco enemigo y los perdonara a ellos. Con incontenible júbilo y gritos de victoria, vieron como sus enormes soplidos alejaban velozmente a sus enemigos de su territorio. Como su barco estaba casi destrozado y apenas se mantenía a flote, creen que por eso no les escogió a ellos.

 Por fin, atracaron la maltrecha nave entre los suyos y fueron tratados como no podía ser de otra forma, como auténticos héroes, que salvaron la vida a la colonia de insectos que habitaba aquella orilla del estanque.





 (chema)

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