lunes, 29 de octubre de 2012

Culpable.

Tanta lucha, tanto pelear, sufrimiento, sacrificios…para qué, para nada. Todo seguía igual, nada había cambiado, o quizá si, pero a peor. Cuando ves que tu esfuerzo no sirve de nada; ¿Qué puedes pensar? Él creía que ya no podía dar mas de lo que ya había dado, había hecho todo lo que estaba en su mano para que las cosas cambiaran. Creía que tenía soluciones para todos los problemas del mundo. Estaba convencido de que ayudar a todos era posible. Como se equivocaba…
Ahora, todo el mundo le odiaba y le trataban como si fuera un apestado. Tomado por causante y culpable de todos los males que él creía estar arreglando, sería perseguido, acosado y hostigado hasta darle caza como a un animal.
En cierto modo, él se lo había buscado.

Subido en lo alto de aquel puente, con el oscuro mar como único suelo, la solución parecía tan sencilla…

viernes, 26 de octubre de 2012

Una excepción.

Nunca me gustó Mago de oz, ni su música ni su estilo, pero mira tú que casualidades estas de internet,(y en una emisora extranjera, además) que encontré esta que me llamó la atención. "No está mal". Pues eso.



viernes, 12 de octubre de 2012

A mi pequeña.

Llegaste a casa cuando solo tenías dos meses. Aquel día, estaba deseando acabar la jornada de trabajo para ir a la nave donde estabas para verte por primera vez. Tenía muchas ganas y según me acercaba con el coche, me iba emocionando cada vez más pensar en el momento en que te tuviera ante mí. Cuando llegué, mami me dijo, -“qué, ¿vienes a verla eh? Ya no podías esperar mas”. Y apareciste, correteando por allí, una perrita Rottweiler con andares de torito bravo y un cuerpo de peluche de feria. Eras preciosa. Siempre lo fuiste. Lógicamente no me hacías mucho caso, pero no pudiste evitar (ni yo tampoco) que te cogiera en brazos y te pegara mis primeros achuchones.

Tus primeros meses en casa fueron muy buenos.
Era fantástico pasearte por la calle, educarte, jugar contigo o intentar
que aprendieras pequeñas cosas. A veces, te llevaba
 a los parques para que los niños se cansaran de acariciarte
y de darte todos los mimos que quisieran para que te acostumbraras
a la gente. También en previsión, por si algún
día tenías que compartir piso con nuestro bebé, como de
hecho así ocurrió.

Te dejábamos que jugaras con todos los perros que te encontrabas
 y que cualquiera que quisiera te acariciara
sin problemas. Tú estabas encantada con los mimos. Es
mas, muchas veces eras tú la que se acercaba a saludar
a todo el mundo. A algunas personas eso no les gustaba demasiado porque crecías rápidamente y claro, en poco
tiempo ya no te parecías tanto a un peluche. Pero eras
nada más que fachada. Jamás en la vida tuviste un mal
gesto con ninguna persona o con los niños.

Pero cuando apenas tenías unos cuatro años, tuvimos
que tomar una de las decisiones más difíciles de nuestra
vida, pero no había otra opción. Yo enfermé, gravemente.
 Y esa enfermedad me tuvo unos años, aparte de con un
 estado físico lamentable, con muchísimas visitas al
hospital. Incluso por cuestiones médicas, tuvimos que
irnos a vivir cuatro meses a otra ciudad lejos de nuestra
casa para poder recuperarme. Además, acababa de
nacer nuestro niño y era imposible hacerse cargo de
todo uno solo. Y eso te incluía a ti. Por eso tuvimos que
tomar la dolorosa decisión de que irías a vivir, quien
sabe durante cuanto tiempo, al primer sitio que
conociste cuando te separaron de tu madre.
La nave donde yo te vi aquel primer día.

Allí tendrías la compañía de un Boxer, Yako, (siempre
te recordaré, amigo) que también era de la familia y
ejercía como guardián del recinto. Seguro que eso te
ayudó mucho, pero tuviste que dormir a la intemperie,
atada a una caseta en un patio. Y para ti, después de
estar años calentita en un piso, no debió ser fácil
adaptarse a la nueva situación. Además, seguro que
nos echabas mucho de menos. Se te notaba bien
cuando íbamos a verte las veces que podíamos y te
volvías loca de alegría con nuestra presencia.

Yo siempre quería verte, pero me rompía el corazón
cada vez que nos íbamos y teníamos que dejarte
allí sola, otra vez. Tú nos mirabas con cara de no
entender nada. ¿”Porqué no me lleváis tampoco hoy”?
Aquello era realmente duro, créeme...

Pero con el tiempo, las cosas fueron mejor y pudimos
volver a traerte a tu verdadero sitio, a casa, con
nosotros. Volver a disfrutar de ti fue muy importante para mí.

Y ahora ya no estás...

Te fuiste para siempre, no sin antes dejar un recuerdo
y una huella imborrable en nosotros. Jamás conocí y
creo que no conoceré a un perro tan bueno, noble y
con tanta paciencia con nosotros como tú. Hace un
año que nos dejaste y todavía te echo muchísimo de
menos. No lo he superado y no se si lo haré algún día.
No soy capaz de hablar de ti sin emocionarme como
un niño.
Muchas veces salgo a la calle y veo los sitios por
donde paseábamos juntos. Ahora los recorro solo,
acordándome de ti y echando en falta que no estés
a mi lado. También en ocasiones, cuando te recuerdo,
pienso en algunas veces que no te traté bien, o que
no te hice el caso que merecías en algunos momentos
y no sabes como me arrepiento, aunque estoy seguro
que me lo perdonas. Me lo demostraste siempre,
con tu cariño, tu fidelidad y tu amistad sin condiciones.

Adiós, amiga mía. Siempre te querremos
y nunca te olvidaremos.