lunes, 10 de diciembre de 2012

si ya lo sabía yo...

Érase una vez unos niños que cierto día de setiembre, al  salir del colegio, se quedaron un rato a jugar en el parque que tenían al lado del cole, como hacían siempre que el tiempo era bueno. Aquel día, lucía el sol y mientras estaban entretenidos con sus juegos, uno de ellos oyó  algo que a él le parecieron lastimeros maulliditos de un gatín. Avisó a los otros niños para que le ayudaran a encontrarlo. Entre todos, pronto dieron con él y efectivamente, era un gatito negro como la noche y con “guantes y calcetines” blancos. Alguien preguntó;-“¿como lo llamamos?, “¡Carbón!”- dijo otro. El pobre no debía tener ni un mes de vida y el estado que presentaba no hacía presagiar nada bueno para su futuro. Invadido de pulgas, lombrices y sabe Dios que mas cosas, lo mas seguro era que no pasara de esa noche si no era atendido pronto.

Pero había un niño que no estaba dispuesto a permitir que eso sucediera. Su nombre era Iván. Estaba seguro de que podría salvarle y tenía sus buenos motivos. Entre sollozos, fue a buscar a su papá, que había ido a buscarle al colegio y estaba allí cerca, hablando con los otros  padres de sus compañeros. Le hizo ir hasta el lugar donde se encontraba el pequeño felino que apenas podía moverse. Una vez allí, y arrodillado en el suelo, le dijo entre lágrima y lágrima mientras acariciaba al bicho;-“papá, mamá trabaja en un veterinario. Llámala para que se lo lleve y lo curen, por favor”-
Su padre no estaba muy seguro de hacerlo porque sabía bien lo que podría pasar. Pero viendo lo preocupado que estaba el niño y lo mal que estaba el gatín, acabó accediendo. Al poco tiempo llegó la mamá de Iván y se lo llevó al trabajo para ver lo que podían hacer allí por él. Los niños se quedaron mas tranquilos cuando se fue, pero la historia de “carbón” continuaba…

Efectivamente, había medicamentos para él, pero debía estar atendido y con cuidados todo el día, con lo que la mamá de Iván no tuvo mas remedio que llevárselo a su casa para cuidarlo.
No tuvieron que pasar muchos días para que los medicamentos cumplieran con su cometido y empezó a recuperarse rápidamente.
A medida que mejoraba se iba haciendo mas cariñoso, juguetón y simpático y claro, a ver quien era el guapo que lo sacaba ahora de casa. Y nada, pues ahí está. El pequeño “cabro…digo, “carbón” ahora se llama oficialmente “Mimo” (le queda mejor), tiene cuatro meses y ya es uno mas de la familia. Lo dicho; “si lo sabía yo”. 










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